Juan Carlos Flores, el curandero de Villa Paranacito que abusó sexualmente de dos niñas de 9 y 12 años, recibió una pena de 19 años de cárcel, mientras que a la madre de las niñas se le dictó una condena de 20 años, que fue agravada por el hecho de ser la persona que debía cuidar del bienestar de las menores.
En la audiencia de alegatos realizada la semana pasada, el fiscal Lisandro Beherán había solicitado una fuerte condena, de 23 y 24 años respectivamente, por considerar que estaban probados los delitos. El hombre como autor de los abusos con acceso carnal y la mujer como partícipe primaria de todo lo acontecido.
Finalmente, ayer se cerró la historia del caso cuando el juez Arturo Dumón leyó la resolución a la que había llegado el Tribunal de Juicios de Gualeguaychú con respecto al destino de Flores y de la madre de las niñas (que no se dará a conocer su identidad para preservar a las víctimas). La sentencia fue ejemplificadora, de 19 y 20 años para ambos imputados. Como siempre estuvieron sujetos a derecho y nunca intentaron ni escapar o contactar a las víctimas, los jueces fueron benévolos con ellos en el tiempo que resta hasta que la sentencia adquiera firmeza.
Flores y la mujer esperarán en libertad. El hombre, que reside en Buenos Aires, deberá presentarse semanalmente en la comisaría más cercana a su domicilio. Para ello ya se cursó la notificación a la sede policial y en caso de que incumpla, esto le será comunicado a la justicia de Gualeguaychú y Flores irá directamente a la cárcel.
Para la mujer no se dispuso nada extraordinario, y esperará en libertad la firmeza del fallo. Esto llevará algunos meses porque es muy factible que el abogado defensor, Pablo Ledesma, recurra la sentencia a Casación.
Pruebas contundentes
En los alegatos, el Coordinador del Ministerio Público Fiscal de Gualeguaychú argumentó que las cámaras gesell que la psiocóloga Fernanda Beorda les realizó a las menores en octubre de 2014 eran contundentes y que los informes que elaboró la profesional y el psiquiatra corroboraban que el relato era creíble y que no había fabulación, mendacidad o influencia de terceros.
Beherán señaló que en el juicio había sido probado que las niñas eran llevadas por su madre al lugar donde se cometían los abusos y se acreditó que la persona que los cometía era el curandero, con el consentimiento de su madre que siempre estaba presente.
Una hermana era testigo de la otra, que pese a no estar en la misma habitación, lo que las separaba era una cortina, por donde se escapaban los gritos y llantos.
Los abusos en la niña de 12 años comenzaron cuatro años antes, mientras que en la menor duraron aproximadamente un año. La madre llevaba a las niñas a “curar” porque “estaban rebeldes”, y el tratamiento de Flores comenzó con manoseos, sexo oral y con el transcurso de las visitas se transformaron en abusos sexuales con acceso carnal.
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